Hicieron el último tramo de la travesía, de Puerto Williams hasta la costa ushuaiense con aguas serenas. “La llegada fue épica, con el canal planchado”, contó Diego Linares, uno de los protagonistas que se mostró muy emocionado con el recibimiento que les dio la comunidad náutica capitalina ya que muchos veleros y chicos de la escuela de kayak de Javier CIede (otro de los kayakistas de la expedición de la cual también participó Walter Kayo) salieron a interceptarlos en el Canal Beagle para darles la bienvenida. También se sumó gente amiga y querida que aguardaba a los expedicionarios en el cartel de Ushuaia. “Fue un recibimiento muy hermoso”, expresó Linares.
Cómo surgió la travesía
Linares recordó que la travesía surgió de la pasión de remar en kayak entre amigos y llevar esa pasión otro nivel, “a un lugar soñado y épico y con la mística que tiene el Cabo de Hornos”
En principio pensaron que sería una locura y que no sabían cómo iba a ser el camino pero todo fue tomando forma y fueron construyendo su sueño. “Como todos los sueños fuimos construyéndolo, nos fuimos orientando”, comentó y dijo que tras siete meses de planificar y buscar auspiciantes para poder concretar la travesía pusieron proa hacia su meta. Entre los gastos, además de los insumos necesarios, tuvieron que costear un velero ya que la Armada Chilena exige un barco de apoyo para este tipo de expediciones. La obtención de fondos también consistió en hacer rifas y vender calcos. “La remamos, literalmente, para poder ponernos en el agua e ir a buscar este objetivo tan grande que era el Cabo de Hornos”, sostuvo el aventurero.
Acercarse a las causas de la gente
Al llegar a su objetivo cada uno de los kayakistas desplegó una bandera. La de Linares refería a la concientización sobre el autismo, la de Kayo a la lucha contra el cáncer infantil y la de Ciede a la Fundación ‘Espera por la Vida’ que promueve la donación de médula ósea.
“No queríamos que quedara en tres kayakistas que remaban sino que queríamos abrir un poco también y hacer parte a la gente querida entonces surgió la idea de acercarnos cada uno a una causa que nos toca de cerca”, explicó Linares.
“Eso le dio un plus de acercaros más a la gente y hacer parte a la gente de lo que estábamos haciendo”, subrayó.
El día del sismo
El 2 de mayo pasado, a las 10 de la mañana, el sismo de 7.5 puntos en la escala de Richter, ocurrido en el Pasaje de Drake, sorprendió a los kayakistas en plena travesía.
Linares compartió detalles de esa jornada. “Ese día dormimos en un campamento al sur de la Isla Herschel que es la que está justo arriba del Cabo de Hornos”, relató. Al día siguiente tenían planeado emprender el asalto final al Cabo de Hornos ya que el clima se anunciaba perfecto. “Fue muy loco porque todos los días salíamos a remar, íbamos charlando, íbamos haciendo bromas. Ese día no hablamos mucho. Nos levantamos con el objetivo claro, con la mente muy enfocada a donde íbamos porque es un lugar que solo de verlo no sabes lo que impone, es un lugar épico, un lugar que además de su belleza es como el ‘Everest de la Náutica’. Entonces para nosotros fue enorme y estábamos yendo muy enfocados, remando a ritmo, cada uno estaba en su mambo y los chicos en el velero nos venían siguiendo haciéndonos la escolta y en un momento los chicos del velero nos dicen ‘muchachos acaba de temblar el casco del barco ¿ustedes sintieron algo?’ y nosotros no sentimos nada. A los tres minutos empiezan a llegar mensajes de todos lados y dan la alerta de la Armada Chilena a la radio frecuencia de marina, del Canal 16, que es el canal donde están todos los barcos conectados para recibir cualquier situación de emergencia”, recordó.
“Nosotros estábamos en el peor lugar donde podíamos estar porque el Cabo de Hornos es un murallón de piedra de 300 metros de altura y además no sabíamos lo que venía, si era una ola enorme como esas de Tailandia o Japón que destrozaba todo”, resaltó.
Tras la alerta los kayakistas subieron al velero y se tuvieron que refugiar en la Caleta Hately. Allí se quedaron hasta que terminó la emergencia aunque tuvieron que permanecer ahí durante dos días ya que había pronóstico de vientos huracanados. “Así fue que tuvimos dos días durante los cuales sopló el viento de una manera salvaje y era imposible remar y de hecho era también muy peligroso para el mismo barco desplazarse”, relevó.
El regreso y una decisión inesperada del Gobierno chileno
Los expedicionarios ushuaienses tenían previsto regresar por el Canal Murray tras cumplir con su objetivo de alcanzar el Cabo de Hornos, pero hubo una denegación de parte del Gobierno de Chile. Los navegantes ya tenían una autorización de la Armada chilena que les permitía tomar ese derrotero y habían contratado a un barco chileno para que los escoltara a lo largo del mismo.
Linares señaló que la determinación chilena fue “muy decepcionante” porque los obligó a cambiar la trayectoria planificada. “Estábamos en el oeste de la Isla Navarino y tuvimos que volver todo hacia el este y volver por arriba y ahí tuvimos que subir al barco porque venía un frente de viento norte y al barco se le iba complicar remontar hacia el norte por el este de la isla”, precisó. “Fue un decisión muy traicionera y baja de parte de la Armada chilena, que tendrá sus razones pero que nosotros no entendemos y además no nos dieron ninguna explicación, sólo nos mandaron un mail diciendo que revocaban la resolución que nos habían autorizado y que no podíamos pasar por el Canal Murray”, añadió.
Un hito donde muy pocos llegan
Linares admitió que eran conscientes que muy pocos expedicionarios lograron llegar al Cabo de Hornos e inmediaciones.
“Salimos remando por lugares increíbles hacia la Isla Hoste. Ahí estuvimos en Bahía Orange donde estuvo la Romanche, una expedición francesa en 1883. Estuvimos donde habían tallado el nombre de la expedición en una piedra”, mencionó.
Por otra parte, dijo que tanto a él como a sus compañeros de viaje los inspiró la expedición Yámana ’86. “Hoy puedo decir que lo que hicieron estas personas que fueron con la tecnología del 86, sin barco de apoyo, fue alto titánico, algo de otro planeta. Lo nuestro pudo haber sido algo grande, la realidad es que no se rema todos los días al Cabo de Hornos. Es un lugar increíble, es muy hostil. Cuando cruzamos el Bahía Nassau nos castigó bastante, remamos con olas de entre 2 y 2.5 metros”, reconoció y dijo que si antes admiraba a los expedicionarios del ’86 hoy los admira mucho más.
Un calambre sin mayores complicaciones
Consultado sobre cómo transitaron físicamente la hazaña, Linares respondió: “Estuvimos bien salvo en el cruce de Bahía Nassau, que fue hacia el este desde la Isla Grevy hacia la Hoste. Uno de los chicos tuvo un calambre muy fuerte y había olas enormes. El Capitán y los chicos del barco manejaron la situación y lo subieron al barco. Fue un calambre muy fuerte que no le permitía seguir remando por eso era muy peligroso que se quedara en el agua. Después de eso nos mantuvimos muy bien. Hicimos tiradas muy largas. Hicimos una tirada épica también para cruzar Bahía Nassau cuando fuimos de norte a sur, desde el este a la Navarino que teníamos que aprovechar sí o sí porque teníamos viento a favor”. Fueron 65 kilómetros, navegando en un mar muy hostil durante 9 horas sin parar.
Noticia de : El Diario De El Fin Del Mundo